«Amaneció muerta un jueves santo. La última vez que le habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre los ciento quince y ciento veinte años».
Ha muerto un genio. Uno de mis más admirados escritores.
Recuerdo que le encontré gracias a uno de mis profesores preferidos, en primero de BUP (en aquella época la ESO aún no había llegado). Este maravilloso profesor de literatura española tenía en su sangre la labor de enseñar. Es un maestro más que un profesor, bueno, lo era, porque ahora ya se ha jubilado. Cada mañana empezaba su clase escribiendo una frase de algún célebre escritor en la pizarra. Grandes frases. Frases que marcaban y se grababan en tu mente y te hacían reflexionar. No menos eran sus lecturas obligadas.
Como iba diciendo, una de las lecturas obligadas de la asignatura era Cien años de soledad. Un libro que, a mis 15 años, me hizo llorar. Por su mensaje, por su contenido, por su temática, por su TODO. Un libro que quedará para siempre como referencia de la lengua castellana y la cultura latinoamericana por el que ganó un Premio Nobel.
Casi como si fuera una extensión de su obra del realismo mágico, Gabriel García Márquez murió un jueves santo, el mismo día que Úrsula Iguarán, personaje de Cien años de Soledad.
Va por ti: