Siempre hemos escuchado de nuestros padres y abuelos “Esfuérzate para conseguir lo que quieres en la vida”. La sociedad en la que vivimos actualmente y los medios de comunicación nos transmiten ideas opuestas y obtener calidad de vida de una manera muy cómoda
. Lo peor es que nosotros mismos, como padres, les hacemos la vida más fácil cuando les damos todo hecho, les ayudamos a vestirse y les hacemos la cama, postergamos sus deberes y siempre les tratamos como niños. Les evitamos las dificultades que tendrían que aprender a superar durante la infancia. Todo esto conduce a la sobreprotección y que nuestros hijos no realicen ningún esfuerzo para alcanzar sus sueños, ya que no han aprendido a luchar por las cosas más pequeñas del día a día. Con estos antecedentes sólo lograremos personas mediocres, desorganizadas, irresponsables, conformistas, falta de entusiasmo y valoración de las cosas, caprichosos e incapaces de lograr objetivos en la vida.
La fuerza de voluntad y el esfuerzo deben darse cada día, esto se convertirá en hábito, con lo cual dado un tiempo, ya no habrá sensación de esfuerzo. Cuando el niño ya es capaz de comprender por qué debe hacer algo y siente motivación por hacerlo, el hábito de trabajo y el esfuerzo se convierte en valor que dirige su conducta y sus en la vida. Para fomentar la fuerza de voluntad es necesario que el niño se sienta motivado y dispuesto a esforzarse y así lograr sus objetivos. Por ejemplo, ponerles un tiempo prudente para acabar los deberes y así les quedará tiempo para jugar. Por un lado, los padres podrían simplemente imponer, exigir y amenazar y el niño por el miedo al incumplimiento no le quedaría más remedio que obedecer, pero así no fomentamos éste valor ya que no genera ninguna motivación ni promueve el esfuerzo. Por otro lado, tenemos la sensación de aceptación y aprobación de los padres y maestros, la valoración social en general y el orgullo por sus propios logros. De aquí que padres y maestros debemos valorar y apreciar sus esfuerzos y felicitar sus logros. Le reconocemos y felicitamos por dejar sus cosas recogidas antes de ir a la cama. Hay que plantear metas a corto plazo, concretas, diarias, que los padres puedan controlar fácilmente, y los niños acaben lo que comienzan, como por ejemplo poner o recoger la mesa, ayudar a su hermano pequeño, etc Las tareas tendrán una dificultad graduada y progresiva, según vayan madurando. Conseguir metas difíciles por sí mismos, gracias al propio esfuerzo, les hace sentirse útiles, contentos y seguros, lo cual contribuye a su formación.
Con la firmeza y exigencia adecuada de los padres junto al cariño y comprensión se puede desarrollar valores como la fuerza de voluntad, la constancia, la paciencia, la perseverancia, la resistencia a la frustración y no temer el fracaso, la responsabilidad, la capacidad de autocontrol, la capacidad para valerse por sí mismos en cualquier circunstancia ya que en el futuro ellos, y no los padres, tendrán que superar las dificultades.
Los niños deben aprender a dominar sus impulsos, sus deseos y voluntades desde que son muy pequeños. De este modo, aprenderán no sólo a controlarse sino también a esforzarse para conseguir lo que desean. Aprenderán que sólo con el esfuerzo se consigue y se alcanza lo que se proponen. Procurar que domine sus impulsos, que aumente su capacidad de esperar ante determinados acontecimientos, que tolere las pequeñas frustraciones y sea capaz de demorar las gratificaciones. Procurar que tenga vivencias y emociones de satisfacción y alegría por el trabajo colectivo.
Los valores no se heredan, se desarrollan. Los padres acompañamos a nuestros hijos en su camino al aprendizaje brindándoles un ambiente familiar seguro, afectivo, alegre y motivador. Los padres con el ejemplo que representan son el primer punto motivador del esfuerzo de sus hijos. La responsabilidad de padres y educadores es aceptar a cada niño tal como es, ofreciendo una atmósfera social y una forma de relación favorables para el completo desarrollo de su personalidad. La disciplina y exigencia fortalecen la voluntad, el cual está presente en las normas de convivencia en casa y en el colegio y a través de los juegos y el deporte con sus reglas.